jueves, 8 de noviembre de 2012

La química y los químicos

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Quim. Manuel A. VIZCARRA ANDREU 

La Revista del Colegio Químico del Perú publicó (julio, 2009), un artículo estimulante en el cual se establecían diferencias entre quienes ejercitamos la Química como profesión y los vínculos de esta ciencia con profesiones muy cercanas.  Ocurre en el país que tal supraespecialidad (por sus productos, beneficios y ubicuidad), se desarrolla y aplica en una muy estrecha, aunque exitosa senda, entre la Ingeniería química y la Farmacia.
            Ciertamente es difícil diferenciar la configuración de los perfiles y objetivos profesionales en las etapas de formación universitaria.  Allí se comparten las bases científicas a grado que resulta válido afirmar que en sus inicios las tres especialidades, en esencia, imparten ser químicos y de ahí sus afinidades.
            Es en progreso que se van imponiendo las diferencias formales.  El químico profundiza para que su modus operandi tradicional fije lugar preferencial en laboratorios donde ha de optar por tareas de análisis y/o síntesis, habituales o de investigación.  De los métodos básicos (“secos y húmedos”), avanza al dominio instrumental cada vez más sofisticado, al aprendizaje a “lenguajes” (hoy diverso), derivándose en pluriespecialidades que incluyen labores académicas, y extremos como solventar patentes o casos forenses.  Las magnitudes de su dominio en el manejo de sustancias prosperan por el orden de los sub-múltiplos.  Son comunes expresar las labores del químico en mol-gramos, gramos peso, volumen, microgramos, partes por millón, por billón o porcentajes, en la variedad de resultados, al detectar las entrañas mismas de la materia.
            La Ingeniería Química a su turno, profundiza (o debe hacerlo) en cálculos, desarrollos, materiales de construcción, manejo de equipos, áreas, factores energéticos, materias primas, todo sintetizado en la expresión “operaciones y procesos” manifestados en decenas, centenas, kilogramos, toneladas, rendimientos y producción a escala comercial.
            La Farmacia en su desarrollo se aproxima a la Biología para compartir el conocimiento de las complejidades bioquímicas de la materia viva.  Los aplica en la búsqueda de sustancias y la experimentación previa a la fabricación de los populares remedios o medicinas, técnicamente conocidos como fármacos.  En la praxis cotidiana coopera u opera en la administración comercial de establecimientos especialidades (farmacias, boticas o las apotecas de otros países).  La proximidad a la química de laboratorio en la ya antigua preparación de “fórmulas magistrales”, parece cada vez más alejada.
A la ingeniería Química se le reconoce ser vástago de la Revolución Industrial (Valle de Shoropshire, Severn Gorge, UK, Cuarto del siglo XVIII), donde y cuando se dio el paso decisivo de usar un tipo de energía nuevo, el vapor de agua, aplicado Por T. Newcomen a máquinas inéditas que inauguraron la Era Eotécnica.  Era que significó la mayor contribución al establecimiento de una industria al servicio social.
            La Farmacia, sus principios y fines, se han venido instituyendo en el tiempo unido a diversos agobios de peso sobre la humanidad (enfermedades, patologías, algias), a sucesos tanáticos masivos (plagas, pestes, pandemias), a descubrimientos científicos como los microscopios de la Leeuwenhoeck, a través de los cuales se revelaba el mundo invisible de seres minúsculos, pero de feroz actividad, para bien y para mal.  Luego se ha consolidado con investigaciones como los del famoso químico-microbiólogo Louis Pasteur.
            La Química surge del arcano, es de hecho una herencia, una extensión de la Alquimia.  Esta “ciencia oculta”, a su vez es reconocida como “…uno de los más importantes testimonios de una ciencia, una técnica y una filosofía, pertenecientes a una gran civilización desaparecida…”.  (L. Panwles y J. Bergier, “Le Matin Des Magiciens”, 1971).  Ajá!, esa revelación ilustra que existió una ciencia conformada, concatenada, no sólo con la técnica sino con la filosofía.  Si existió así, no es desandado pensar que en parte (¿o en mucho?), las bases, los principios heredados acaso subsisten.
            Las metas conocidas de la misteriosa alquimia fueron descomunales para el pensamiento actual.  Perseguían “la piedra filosofal, los secretos de las transmutaciones, la integración de la materia y el espíritu…”.  En esa concepción lo esencial de las extraordinarias realizaciones alquímicas, la trasmutación de sustancias (reacciones químicas), incluían (o podían incluir) la del propio experimentador.  La práctica de generar materias nuevas, al combinar otras, advierte- la leyenda o la historia- operaba en el alquimista un conocimiento real de las leyes de la materia, de la energía y de sus expresiones técnicas, soportes a la vez, de un cambio, de un ascetismo interior personal.
            En alguna magnitud aquello ocurre también en los laboratorios actuales.  La experiencia química de ver aparecer (o desaparecer) un color grosella con una sola gota del indicador respectivo, en los sistemas ácido-base, o un brillante azul en los redox que incluyen al almidón y al iodo, son efectos de impactante magnificencia, al meritar la debida atención.
            Algunos químicos, autodeclarados “alquimistas contemporáneos “aún practican (o han practicado) el espíritu de investigación aislado y entregan (o entregaron), beneficios académicos y/o prácticos de gran valía.  Algunas pocas pruebas ilustrativas.  La existencia de los gases, la radioactividad, la mecánica ondulatoria, la esencia de la luz… En lo práctico, el dominio de la “estereotrónica” o estudio de la “transformación de la energía de los sólidos”, aplicado en técnicas como la “fusión de zona” que permite purificaciones de alto grado, así las del germanio-Ge y la Silice-Si, para la fabricación de transistores.
            Por tales antecedentes, oscilantes (o entremezclados) entre lo espiritual y la ciencia (“la ciencia sui conciencia, no es más que miseria del alma”, según Rabelais), la Química actual tiene una “vigencia oculta”, que de tanto en tanto irrumpe impactante en medios públicos.
            En el país el vocativo químico, sufre extraña metamorfosis a través de los meses-año calendario.  Al principio se une a las razzias cocaleras.  Allá se captura al “químico” culpable de valiosas transformaciones, pero ilícitas.  Curiosamente antaño, tal personaje, era señalado como “el cocinero”, mostrando que la mentada cocina peruana vindicó incluso a sus cultores en desmedro de la ignorada profesión.  Al respecto hubo un episodio ilustrativo teniendo como escenario el Congreso Nacional y como personajes dos beneméritos congresistas.  La una (es dama) es acusada de vinculación con un “narco” capturado infraganti.  Ella afirmó no conocer ese aspecto de su amado, quien sólo era el penta-engendrador de sus hijos.  El otro congresista (dizque presidenciable), aseguraba que según su entender (o saber), el cuestionado personaje era un “llenador de los pozos de maceración” por tanto era “el químico” (utilizó el término) delincuente.
            En meses siguientes surge alguna ocasión cuando el maltratado término “químico” reaparece esta vez, por extraña metonimia, expresando, sentimientos (romances, amores o amoríos) en el mediocre mundo de la farándula.  Se publicita la vigencia de una “gran química”, entre fulanos y zutanos (no necesariamente entre seres mixtos).  Aunque lo teatrero puede no ser de mayor importancia ocurre que el uso de nuestra malhadada “química” adjetivada, continúa una vez más, ahora, inmiscuyéndose y escalando hacia el sentir mutuo de “gente ilustre”.  Se han dado casos de mandatarios que también han descubierto tener “muy buena química” declarada en una de las tantas “reuniones en la cumbre”.  Pero lo sorprendente y curioso es que tales protagonistas previamente habían intercambiado no sólo discrepancias, sino acusaciones, incluso zafias “descripciones” o insultos.
            Hacia la primavera meridional (setiembre-octubre) el vocablo “químico” se manifiesta en su real valía y sentido.  Es la época cuando se van publicando sobre los descubrimientos y autores que ameritan los “Premios Nobel” máximo reconocimiento académico universal, instituido un siglo ha, precisamente por un “Químico-industrial, el sueco Alfredo Nobel, multi-inventor, aunque, más recordado por la dinamita.
            Es así como algún sector del público peruano se entera que la Química es una profesión y no un término banal acomodativo.  Una profesión que a la par con la física y la medicina mantienen la vanguardia de la civilización.  La lista anual de químicos doctos, laureados con los Nobel, involucra nombres de recuerdo y gratitud continua por sus descubrimientos e inventos.  Los esposos Pierre y Marie Curie (1912), su hija Irene y su esposo Federic Joliot (1935);  Linus Pauling, el único quien recibió, hasta hoy, dos veces ese premio, el de Química (1954) y el de La Paz (1962), los citamos por sus singularidades.  Y en la cercanía no faltan químicos peruanos de valía universal a nombrar: Mariano Rivera y Ustaris, mineralogista y precursor de las escasas publicaciones científicas nacionales.  Pedro Paulet Mostajo y sus motores a reacción, halagados por la NASA. ¿Sabemos qué por sus trabajo en química cuántica y otros, Oswaldo Baca Mendoza, fue candidato al Nobel de Química?.
         El pensamiento tendiente a lo racional y popular, entre nosotros, muestran frente a la historia de las ciencias químicas, de su desarrollo y vigencia, algo como una “conspiración de ignorancia y minimización”.  Es “pura química” se afirma para denostar algún producto.  De otra parte en lo formal los químicos peruanos aparecen entre las agrupaciones (colegios) profesionales, ensombrecidos por su menor contingente, en parte, debido a la desidia de sus propios miembros, por tanto en ellos reside la tarea de su mayor cohesión, difusión y progreso.
         Cuando escalemos en nuestros grados de industrialización, algún día las especialidades de base común en la química se encontrarán más cooperativas en su reconocimiento y fortalecimiento mutuo, superando las maquinadas preeminencias y competencias presentes.  Y eso debe ocurrir al convencimiento de que el desarrollo de un producto nuevo se inicia en “frascos y vasos” luego sigue en pruebas de una planta experimental, antes de su producción comercial.  Todas esas etapas involucran al unísono las diferentes profesiones que se enriquecen y se necesitan interdependientemente. Así ocurre en las sociedades desarrolladas y en las emergentes.  Traemos a recuerdo Costa Rica, un país pequeño en territorio, pero adelantado… ecologista, pleno de científicos, incluido astronautas, sin ejército, donde todo pasajero viaja sentado en sus limpios buses urbanos… y en relación a nuestro tema, el colegio profesional respectivo, integra tanto a químicos como a ingenieros químicos, en uno sólo.
         La Química, en el país, necesita mayor comprensión en su esencia y magnitud y los químicos imponerse esa tarea fortaleciéndose entre pares.

                                                                                        
                                                                                                         

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